Cómo proteger la salud mental de niños y adolescentes

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Se estima que la prevalencia de trastornos mentales en adolescentes europeos ronda entre un veinte y un veinticinco por ciento.

Durante la pandemia de COVID 19, los niños y los adolescentes han tenido una sobrecarga de información.

Además del cambio constante en sus rutinas, con el cierre de las escuelas y la imposibilidad de contactar con sus amigos y compañeros de actividades deportivas o juegos, por el aislamiento al que se vieron sometidos, el hecho de estar conectados durante horas a dispositivos electrónicos y a las redes sociales, les permitió, a quienes aún no estaban entrenados para poder filtrar, la información recibida, el acceso a los temas más diversos, no siempre presentados con buenas intenciones.

Ese atiborramiento constante de información, independientemente de sus características, puede ser una sobrecarga que crea mucho estrés. Y eso puso en alerta a la Organización Mundial de la Salud (OMS), que advirtió que los problemas de salud mental de los niños y adolescentes se incrementaron notablemente durante ese período.

Los problemas más frecuentes, tanto en niños como en adolescentes, observados por la OMS y por numerosas investigaciones realizadas en varios países, son la ansiedad, la depresión, el insomnio, el trastorno de la conducta y el trastorno del déficit de atención e hiperactividad.

Y es fundamental que tengamos en cuenta que esos trastornos, en ese período de la vida, pueden tener consecuencias muy importantes en la edad adulta.

La mitad de los adultos que sufren una enfermedad mental manifiesta los primeros síntomas antes de los catorce años.

El llamado a la acción para los profesionales de la salud es abogar por soluciones que ayuden a prevenir, identificar y abordar los problemas en los jóvenes antes de que entren en crisis.

Y todos coinciden en que el acceso a dispositivos y redes sociales a una edad temprana puede resultar en la culminación de lo que sucede hoy en día en preadolescentes y adolescentes.

Las redes sociales y la salud mental

Recientemente fue publicado un estudio mundial, con más de veintisiete mil participantes adultos jóvenes.

La conclusión fue que, cuanto más tarde un adulto joven reciba un teléfono inteligente, mayor será su bienestar mental como adulto.

Gran parte de la investigación sobre el desarrollo del cerebro infantil se ha centrado en cómo las vías neuronales, o las conexiones dentro del cerebro, se realizan mediante la estimulación de nuestros sentidos desde una edad temprana.

Si bien es conveniente entregar el dispositivo móvil cuando un niño lo solicita, la cantidad de tiempo que pasamos en un dispositivo puede potencialmente volver a cablear esas conexiones que están cambiando los patrones de sueño y/o la creatividad, como sugiere este estudio.

Pero no sólo es importante la cantidad de tiempo. Las redes sociales también desempeñan un papel importante.

Las aplicaciones de edición y filtrado de imágenes tienen una influencia negativa en la imagen corporal de niños y adolescentes, conduciendo a trastornos alimentarios, ansiedad e incluso intentos de suicidio, ante el temor a no ser aprobados por los demás. Otros informes también han abordado la necesidad de que las familias desarrollen planes vinculados con actividades libres de tecnología.

Si bien los dispositivos, la tecnología y las redes sociales tienen muchos beneficios, los efectos nocivos en un cerebro joven, en desarrollo, están contribuyendo a esta crisis de salud mental.

Señales de alerta

El contexto familiar y escolar influyen en el desarrollo de los problemas de salud mental de niños y adolescentes.

Los conflictos conyugales, el abuso físico o psíquico, la negligencia en el cuidado de los niños, muchas veces provocada por la necesidad de dejarlos a cargo de cuidadores porque los padres deben salir a trabajar, son factores de riesgo para el desarrollo de una mala salud mental.

En la etapa escolar, es importante que padres y maestros o profesores mantengan una comunicación fluida con los niños y entre sí, para detectar algunos síntomas de alerta, entre los cuales pueden enumerarse los siguientes.

  • Irritabilidad o brotes de ira

  • Sensibilidad excesiva a las críticas

  • Frecuentes cefaleas, dolores de estómago u otros problemas físicos

  • Retraimiento o temor al contacto con otras personas

  • Aislamiento

  • Anhedonia, o sea la falta de disfrute de situaciones que fueron placenteras

  • Cansancio excesivo

  • Problemas de sueño

  • Cambio de hábitos alimentarios (bulimia o anorexia)

  • Comportamientos de alto riesgo

  • Dificultad para concentrarse

  • Cambios en el rendimiento escolar

  • Consumo de alcohol o drogas

Cuando se diagnostican a tiempo y son tratados de la manera adecuada, en la inmensa mayoría de los casos los problemas son superados y se logra volver a una vida normal.

Los profesionales de la salud deben contar con las competencias necesarias para detectar pronto estos problemas de salud mental, e indicar el tratamiento que más se adapte a cada situación, como asesoramiento, terapia cognitiva conductual y, cuando sea necesario, medicación psicotrópica.

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