Temperatura y humedad elevadas. Una combinación mortal

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Los países europeos están soportando temperaturas muy elevadas durante el verano boreal.

El Reino Unido rompió tres veces en un mismo día sus marcas térmicas históricas y llegó a los 40,3°C, una cifra jamás registrada allí.

En París se registraron temperaturas máximas de 41 grados lo que llevó al gobierno francés a emitir advertencias de calor extremo para la población.

En España las temperaturas más elevadas se registraron en Andalucía, afectada por temperaturas superiores a los 45°C. Y a las altas temperaturas se sumó la escasez de lluvias, elevando al extremo el riesgo de incendio en todo el país.

En las Islas Canarias, el fuego arrasó más de dos mil hectáreas, y obligó a evacuar a muchas personas, afectando especialmente a quienes viven o tienen residencias en zonas aledañas a los bosques.

La Ministra de Medio Ambiente de Alemania señaló que la crisis climática en ese país y en el resto de Europa conducirá a la formulación de nuevos paradigmas considerando que a futuro el clima será muy cálido y con períodos alternados de sequías y de inundaciones.

Cuánto calor es mucho para el ser humano?

Estas circunstancias han llevado a muchos científicos a plantearse una pregunta inquietante: ¿cuánto calor es demasiado calor para los humanos?

¿Qué temperatura ambiente puede ser tan elevada como para impedir al común de los mortales realizar sus tareas habituales sin riesgos para la salud?

Y, como para completar un cuadro más que preocupante, al riesgo que provocan las altas temperaturas se ha agregado, según recientes estudios, otro factor: la humedad ambiente.

Se ha estimado que una temperatura de 35°C acompañada por un 100% de humedad sería el límite superior de seguridad, más allá del cual el ser humano ya no puede refrescarse evaporando el sudor de la superficie del cuerpo para mantener estable la temperatura central.

Pero ese límite fue probado hace muy poco tiempo mediante un estudio con humanos en un entorno de laboratorio. Los resultados de estas pruebas proporcionaron un motivo de preocupación aún mayor.

Estudios recientes

El Laboratorio Noll, de la Universidad Estatal de Pensilvania, reunió a un grupo de personas jóvenes, con buena salud, para experimentar el estrés por calor en un ambiente controlado.

Los participantes en el estudio debían realizar tareas simples, que reproducían las actividades diarias, como cocinar, comer o desplazarse de un lugar a otro.

En el ambiente controlado, la temperatura y la humedad eran incrementadas paulatinamente, y los sujetos de estudio sufrían un recalentamiento progresivo del centro corporal.

Cuando el cuerpo se sobrecalienta, el corazón necesita bombear más sangre para disipar el calor por la piel; al mismo tiempo, el cuerpo, al sudar, pierde electrolitos y puede llegar a padecer el llamado “golpe de calor” con el consiguiente riesgo de vida.

Este estudio demostró que el límite ambiental superior puede ser incluso inferior a los antes mencionados 35°C y que el riesgo real equivaldría a 31°C si se llega a una humedad cercana al 100%.

En la actualidad se están evaluando grupos de adultos mayores para conocer el límite de seguridad correspondiente. Es sabido que con el aumento de la edad disminuye la resistencia al calor, aún en los adultos mayores sanos.

Cómo evitar un golpe de calor

En presencia de una ola de calor excesivo es importantísimo mantenerse bien hidratado.

No es necesario sentir sed para tomar líquidos que hidraten el cuerpo.

En realidad la sed ya es un síntoma de que el cuerpo está deshidratado. Lo más adecuado es tomar agua con regularidad, y no salir de casa sin una botellita de agua.

También es importante buscar áreas para refrescarse, incluso por períodos cortos. Por ejemplo buscando lugares sombreados, si se debe circular en espacios abiertos, o bien entrar en algún lugar donde se pueda disfrutar de acondicionadores de aire.

No practicar deportes ni ejercicios exigentes, como correr, trotar o andar en bicicleta, durante las horas en que la temeperatura es más elevada.

Ingerir pequeñas cantidades de comidas, en lo posible livianas, con regularidad. Con esto se logra equilibrar la pérdida de minerales con la sudoración.

Evitar el consumo de bebidas alcohólicas, porque provocan vasodilatación y le exigen un trabajo aún mayor al corazón.

Usar prendas de vestir holgadas, confeccionadas con telas livianas y en lo posible de colores claros.

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